Hoy, la historia de México ha dado un giro trascendental con la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia de México.
Como aquel cambio inesperado en la trama de cualquier película o en la historia de la obra literaria más emblemática. Hoy, nuestro país se transforma con la llegada de la primera presidenta al gobierno.
No podemos negar que este momento es histórico. Sin importar ideologías, la llegada de una mujer al puesto más importante de la vida pública y política de nuestro país rompe por completo los paradigmas y abre la puerta a una nueva forma de pensar y de ver la realidad nacional.
Desde las niñas que ya no sueñan con ser princesas, sino con ser presidentas, hasta los hombres más recios, aferrados a una arcaica ideología del macho mandón, todos vivirán una realidad política que pensábamos tardaría en llegar. Podrán entender que las mujeres, hoy más que nunca, cuentan con un poder legítimo que urgía por consolidarse.
El camino no fue fácil, pero hoy estamos viviendo los resultados de una revolución pacífica que comenzó con el movimiento estudiantil, el movimiento de las comunidades originarias, y los movimientos petrolero y energético. Ese camino fue iniciado por miles de mujeres y hombres hace más de cincuenta años, y que en los últimos tiempos fue encabezado por un hombre humanista, de la mano de todo el pueblo.
Hoy, la historia de México se engalana con la unificación de todas esas voces que están consolidando esta revolución y que, de la mano de una mujer, seguirán dando los resultados que tanto ha esperado el pueblo de México.
Muchos, miles, no nos equivocamos cuando elegimos a Andrés Manuel López Obrador, quien, sin intención de sonar arrogante, creo yo, ha sido el mejor presidente de la historia reciente de nuestro México. Estoy seguro (y confío) en que tampoco nos hemos equivocado al marcar una nueva etapa en nuestra historia.
¡Felicidades, México!, por vivir una nueva era de la mano de la presidenta Claudia Sheinbaum, a quien con honor, pero también con gran interés, le exigiremos que siga el legado que nos ha dejado Andrés Manuel, para continuar impulsando a nuestro país y ocupar ese lugar que tanto le fue negado por el neoliberalismo y sus aliados conservadores.
Hoy la revolución pacífica se consolida de la mano de una científica, madre, abuela y ahora presidenta.
Es tiempo de mujeres y, sin duda, por el bien de todos, primero los pobres.